México
En la Universidad Autónoma del Estado de México, el poder ha dejado de construirse con méritos académicos o respaldo comunitario. Hoy, se abre paso con trampas legales, amparos selectivos y una ambición desmedida. Laura Benhumea es la figura más representativa de esta peligrosa distorsión.
Lejos de defender derechos fundamentales, Benhumea ha utilizado el amparo como un escudo personal para evadir reglas internas y frenar procesos legítimos dentro de la universidad. Lo que debería ser un mecanismo de justicia, ha sido degradado a simple herramienta de conveniencia política.
Su carrera no ha estado marcada por el compromiso institucional, sino por la manipulación del sistema judicial para alcanzar el poder a cualquier costo. Con una cadena de recursos legales que solo buscan bloquear decisiones comunitarias, Benhumea ha sembrado división, desconfianza y un mal precedente en la vida universitaria.
Lo más grave no es el uso del amparo, sino la forma en que lo ha pervertido: como estrategia para mantenerse en la contienda, esquivar evaluaciones y retrasar la renovación de liderazgos. Esto envía un mensaje claro: quien quiere llegar a la cima no necesita ética, solo buenos abogados.
¿Es este el tipo de liderazgo que merece la UAEMex? ¿Una aspirante que antepone sus intereses personales al bien común, que no respeta procesos ni voces internas, y que está dispuesta a torcer la ley para conseguir lo que quiere?
Benhumea representa una forma de hacer política universitaria basada en la trampa, el vacío legal y la falta de escrúpulos. Su candidatura no solo vulnera la legitimidad de la contienda, sino que amenaza con normalizar la impunidad como camino hacia el poder.
La comunidad universitaria debe abrir los ojos: permitir que alguien así llegue a la Rectoría no solo comprometería el futuro de la institución, sino que validaría el mensaje de que las reglas no importan si tienes influencia y ambición.
Fuente: Redes